lunes, 2 de diciembre de 2013

El Libro es una obra de arte en sí mismo.


El debate entre el libro físico y el digital ha estado muy candente entre escritores y editoriales desde el desarrollo de los e-books y su espectacular éxito en las tiendas.


Los libros son pequeños mundos. Cada libro transmite diferentes sensaciones: el olor de las páginas de un libro nuevo, la espereza de las hojas en contraste con la suavidad de la tapa, los dibujos de la portada. Cuando se abre un libro por primera vez, un nuevo mundo comienza. Emerge de las meras palabras de una hoja que al autor le ha costado tanto escribir. Detrás de cada libro está la ilusión y el sueño de una persona que ha luchado contra viento y marea por hacerlo realidad. Ya no solo es la felicidad de esta sino, la del lector que se evade de la realidad para refugiarse en un mundo lleno de fantasía e historias que realmente le gustaría vivir.
No es más que mi mera opinión. Cómo aprecio los libros después de años de lectura diaria y de cientos de libros en mis manos. Los libros son pequeños tesoros que tienen trabajo, mucho trabajo, que no es conocido por la mayoría de las personas. Escribir un libro lleva tiempo, mucho tiempo, años incluso; la corrección y edición de este y después, los nervios de las ventas, las dudas del propio autor sobre la calidad del libro y la decepción u alegría cuando llegan los primeros datos de ventas.

Por esta razón, mi opinión es muy sólida, sin espacio a duda. Los e-books no llegarán nunca a transmitir lo que un libro físico transmite al lector. A pesar de que estos nuevos métodos pueden resultar más atractivos tanto por el ahorro de dinero con las descaras ilegales y el nuevo formato que puede llegar a los más pequeños cuyo único empeño son las maquinitas, nunca podrán ponerse al nivel de un libro como hoy en día lo seguimos conociendo. 

La escritura fue uno de los mayores avances de la historia. Los pergaminos, los primeros libros que nos han narrado la historia de la humanidad… Cada libro que se recoge se guarda como un tesoro, como pequeñas reliquias y así es como deberían tratarse incluso los más nuevos. Como César Antonio Molina, director de la Casa del Libro en Madrid, proclama: Los Libros son obras de arte en sí mismos. 

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