
Dos años después, el sistema sanitario de nuestro país, que era uno de los mejores del mundo, ha perdido uno de sus rasgos más característicos: la universalidad. Ha dejado de ser un derecho de todos los habitantes de España, españoles o no, a ser un servicio al que no todo el mundo puede acceder.
La exclusión de la asistencia, no solo afecta a los extranjeros sin papeles, sino también a muchos de los ciudadanos españoles en paro.
Pese a todo esto, la ministra de sanidad, Ana Mato, sigue asegurando que la sanidad pública española nunca ha sido tan universal como ahora.
En mi opinión, cualquier persona, sea español o extranjero, trabaje o no, debería poder recibir atención sanitaria, ya que es un derecho humano, pero esto también ha creado importantes desigualdades entre las comunidades autónomas, ya que cada una ha aplicado la reforma de una manera. Además, desde el punto de vista económico, esta reforma no ha servido para hacer más sostenible el sistema.
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