Esta noticia fue publicada el pasado domingo en el diario El País. Hace un año de la mayor catástrofe industrial de Asia, el desplome del Rana Plaza en Bangladesh, que acabó con 1.134 muertos y 2.500 heridos. Desde entonces, se han producido algunas mejoras que podrían sentar las bases de un cambio más profundo.
Solo en este país, la industria textil supone un negocio de 16.000 millones de euros al año y cuenta con más de 4 millones de empleados. Además, tenía el salario mínimo más bajo de mundo, aunque ahora haya aumentado, tras largas negociaciones, a 49 euros mensuales.
Esta clase de países, con los salarios más bajos del mundo, son los que atraen a las grandes marcas que buscan satisfacer las demandas constantes a precios baratos que exige su clientela. Así, H&M ha anunciado que empezará a surtirse en África subsahariana, en fábricas de Etiopía y Kenia, y otras firmas, trabajan en India con empleados somalíes.
En mi opinión, aunque desde entonces ya ha habido numerosas mejoras, por ejemplo, algunas de estas grandes empresas han diseñando sistemas de inspecciones técnicas en sus talleres y algunas de estas fábricas ya han sido cerradas por inseguras, todavía queda mucho por conseguir, ya que no es solo en Bangladesh, sino que hay numerosos países en los que sus habitantes se ven obligados a trabajar en pésimas condiciones y con salarios ínfimos para poder subsistir. Es más, el día que ocurrió el desplome del edificio sus empleados se negaron a entrar porque ese edificio estaba ya en muy malas condiciones, sin embargo, acabaron entrando porque quedaban muy pocos días para finalizar el mes y sino no recibirían su salario.
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