Buenas compañeros, esta noticia nos cuenta lo que podría ser el principio del fin de las relaciones diplomáticas españolas con el gigante asiático. Publicada en el periódico de tirada nacional ABC, hablamos de una ruptura debido a que un juez español ha ordenado la detención de un ex-dirigente chino, Jiang Zemin.
El pasado 10 de febrero, el juez Ismael Moreno ordenó a la Interpol, bajo el principio de Justicia Universal, la detención de Jiang Zemin, presidente de la República Popular de China entre 1993 y 2003, además de otros ex-dirigentes chinos, por delitos de genocidio, torturas y crímenes contra la humanidad en las represiones del Tíbet a partir de mediados del s.XX. En 1950, Mao Zedong ganaba la guerra civil a las fuerzas de la República de China. Así, se hizo con el poder de la China Continental. No más tarde, en 1951, la China Comunista hacía oficial la anexión del Tíbet al país. Ante la inminente detención del XIV Dalai Lama, miles de tibetanos se congregaron en las puertas de la que era su residencia estival. La represión fue brutal. Sólo en una ciudad, Lhasa, murieron 10.000 personas, más de 6.000 conventos fueron saqueados y miles de ciudadanos terminaron en campos de reeducación y trabajo.
Basándonos en el exterior, ¿es ésta una de las bases del comunismo?¿La represión? El Tíbet durante los años 50 y más tarde se hizo famoso no por su turismo, ni por su belleza, si no por sus nuevas formas de protestas, entre ellas, quemarse a lo bonzo y pasearse por las calles. Este tipo de protestas sigue hoy en día y no sólo en la propia región del Tíbet si no en otros países adyacentes como India.
Si nos centramos, por el contrario, en España, ¿tiene sentido que sea nuestro país, el mejor amigo dentro de la Unión Europea según el mismísimo gobierno chino, el que tenga que romper o hacer peligrar sus relaciones con el país emergente más importante? Desde un punto de vista económico se debe tener la sangre muy fría como para decir que los tibetanos no nos importan y que preferimos mantener nuestras buenas relaciones políticas y comerciales con China; sin embargo, bien es cierto que nos podemos preguntar por qué tenemos que ser nosotros los que saquemos a la luz los trapos sucios de otros países, por qué no nos apoyan nuestros países vecinos y por qué es necesario todo esto.
Se podría realizar una crítica al principio de Justicia Universal, al cual se acoge el juez español para condenar a loes ex-dirigentes de otros países. Según mi opinión, este principio no debería aceptarse para que el poder judicial de un país pueda condenar a culpables de un delito de otro país por hechos sucedidos en un tercero; es decir, un país no debería meterse en los asuntos de otro. Para ello, se puede instituir una organización para ello en la que no influyan los países directamente, como ocurre en Europa con el Tribunal de Derechos Humanos, pero, en este caso, que sea a nivel mundial.
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