El debate entre
el libro físico y el digital ha estado muy candente entre escritores y
editoriales desde el desarrollo de los e-books
y su espectacular éxito en las tiendas.
Los libros son pequeños mundos. Cada libro transmite
diferentes sensaciones: el olor de las páginas de un libro nuevo, la espereza
de las hojas en contraste con la suavidad de la tapa, los dibujos de la portada.
Cuando se abre un libro por primera vez, un nuevo mundo comienza. Emerge de las
meras palabras de una hoja que al autor le ha costado tanto escribir. Detrás de
cada libro está la ilusión y el sueño de una persona que ha luchado contra
viento y marea por hacerlo realidad. Ya no solo es la felicidad de esta sino, la
del lector que se evade de la realidad para refugiarse en un mundo lleno de
fantasía e historias que realmente le gustaría vivir.
No es más que mi mera opinión. Cómo aprecio los libros
después de años de lectura diaria y de cientos de libros en mis manos. Los
libros son pequeños tesoros que tienen trabajo, mucho trabajo, que no es
conocido por la mayoría de las personas. Escribir un libro lleva tiempo, mucho
tiempo, años incluso; la corrección y edición de este y después, los nervios de
las ventas, las dudas del propio autor sobre la calidad del libro y la
decepción u alegría cuando llegan los primeros datos de ventas.
Por esta razón, mi opinión es muy sólida, sin espacio a
duda. Los e-books no llegarán nunca a
transmitir lo que un libro físico transmite al lector. A pesar de que estos
nuevos métodos pueden resultar más atractivos tanto por el ahorro de dinero con
las descaras ilegales y el nuevo formato que puede llegar a los más pequeños
cuyo único empeño son las maquinitas, nunca podrán ponerse al nivel de un libro
como hoy en día lo seguimos conociendo.
La escritura fue uno de los mayores avances de la historia.
Los pergaminos, los primeros libros que nos han narrado la historia de la
humanidad… Cada libro que se recoge se guarda como un tesoro, como pequeñas
reliquias y así es como deberían tratarse incluso los más nuevos. Como César
Antonio Molina, director de la Casa del Libro en Madrid, proclama: Los Libros son obras de arte en sí mismos.
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